12 Nov 2019/ Miscelanea

¿Por qué la CNDH necesita a Rosario Piedra Ibarra?

Por UAM Cuajimalpa a las 02:11 pm


Muchas han sido los argumentos y contra argumentos, no todos respetuosos de los derechos humanos, que se han vertido sobre la sucesión de la próxima ombudsperson nacional. No busca la presente reflexión entrar a analizar las razonadas ilegales sin razones que han esgrimido quienes ocupan esta sucesión para acaparar una atención mediática, con el fin de posicionarse ante la omisión de un trabajo en la defensa de los derechos humanos y, en muy buen parte, responsables de la crisis en la materia en la que se encuentra el país.

La institución que como Nación nos hemos dado para la defensa de los derechos humanos, además de una serie de exigencias legales determinadas en la normatividad aplicable, tiene una exigencia ética ineludible, poder dar voz a quienes no la tienen, las exclusiones abismales existentes en nuestro país, tienen rostro de víctimas, siendo la indignación ante la violación de los derechos humanos y no el sometimiento de las víctimas, el ineludible eje del trabajo de la CNDH.

El abordaje que se ha hecho ante la violación de los derechos humanos se ha centrado en el comportamiento de quienes los violan, y se ha desatendido, cuando no ignorado, a las víctimas.  Las autoridades públicas que han violado los derechos humanos, ha sido protagonista del análisis de la CNDH, poniéndose en segundo lugar y, con ello, deformando su defensa a las víctimas. En ocasiones, dicho olvido ha puesto en peligro a las víctimas mismas al colocarlas en una posición marginal, limitando su participación como testiga o testigo en el esclarecimiento del hecho violatorio a sus derechos, así como portadora o portador de una serie de derechos en el proceso mismo de denuncia e investigación, más allá de la reparación integral del daño.  Si revisamos el contenido del Reglamento de la CNDH, se observa que, en el contenido de las recomendaciones (artículo 132) y en las recomendaciones generales (artículo 140), la víctima es un sujeto pasivo, neutralizado, al que se le viola su condición de persona activa en su proceso de defensa, incluso se le reserva la información brindada por las autoridades públicas.

La neutralización de las víctimas no es casual cuando la Comisión en realidad ha fungido como un mecanismo desde y para el poder.  ¿Cómo explicar o justificar el maltrato, anulación y olvido de las víctimas si realmente fueran el centro de su actuación? Inexplicable. ¿Sería posible pensar en una política pública con enfoque basado en derechos humanos al margen de entender quiénes y porqué las personas son víctimas de violación de sus derechos humanos? No sería posible y es debido a ello que la CNDH no ha tenido ninguna relevancia en materia de propuestas de políticas públicas.  Las víctimas no pueden estar condenadas a su instrumentalización o indiferencia, sus luchas y saberse no pueden ser rehenes de una institución como la actual CNDH.  

Ante este señalamiento cabe la pregunta ¿qué han hecho las y los consejeros de la institución ante este problema? La respuesta es nada y por ello sería difícil un cambio de rumbo de la CNDH si quienes han sido consejeros sin una visión crítica de la institución a favor de las víctimas, fueran ombudsperson, es decir, los consejeros Athie y Chamberlain.

“Imaginar los derechos humanos como parte de un encuentro de lenguajes de dignidad, implicaría partir de un profundo conocimiento de las voces (gritos y murmullos), de las luchas (resistencias y alzamientos), de los recuerdos (traumáticos y exaltantes) y de los cuerpos (heridos e insumisos) de aquellas y aquellos a quienes las jerarquías modernas basadas en el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado han reducido a una condición subalterna.”  “Se trata de producir una sociología de las ausencias, de sacar a la luz como existentes, a los habitantes de las “zonas de no ser” (Fanon 1952), zonas simultáneamente despojadas y susceptibles de un resurgimiento singular.

Ante la pregunta ¿por qué la CNDH necesita a Rosario Piedra Ibarra?, desde la convicción de que es la institución que como Nación nos hemos dado para la defensa de los derechos humanos y de que se trata de la única y última opción de las víctimas, es necesario afirmar que la CNDH no requiere un “maquillaje” conciliador, es necesario desmontarla y volver a generarla desde un episteme fundamental a favor de las víctimas, que dé razón de su actuación ante un pueblo que no puede ni debe aguantar más la simulación en la defensa real y sustantiva de sus derechos humanos, exigencia fundamental de nuestra democracia.

 

Con información de Colectivo Rosario Ombudsperson


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