04 Feb 2020/ Miscelanea

Marta Peirano y la economía de la atención: "Somos menos felices y menos productivos que nunca porque somos adictos"

Por UAM Cuajimalpa a las 02:02 pm


"Te ha llegado un correo, un mensaje, un hechizo, un paquete. Hay un usuario nuevo, una noticia nueva, una herramienta nueva. Alguien ha hecho algo, ha publicado algo, ha subido una foto de algo, ha etiquetado algo. Tienes cinco mensajes, veinte likes, doce comentarios, ocho retuits. Hay tres personas mirando tu perfil, cuatro empresas leyendo tu currículum, dos altavoces inalámbricos rebajados, tres facturas sin pagar. Las personas a las que sigues están siguiendo esta cuenta, hablando de este tema, leyendo este libro, mirando este vídeo, llevando esta gorra, desayunando este tazón de yogurt con arándanos, bebiendo este cóctel, cantando esta canción."

Así rapta tu cerebro, tu voluntad, tus horas de sueño, de amor y de paseo "la economía de la atención" de la que habla la periodista española Marta Peirano en su último libro revelador: El enemigo conoce el sistema.

Así también sus dueños se enriquecen, como cuenta en sus páginas. Y tienen trabajando a los mejores cerebros del mundo para aumentar las ganancias mientras les entregamos todo. "El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio", dice.

Desde los noventa, en que descubrió la escena Hacker en Madrid, hasta hoy, no ha dejado de mirar la tecnología con ojo agudo, crítico y pensante. Su libro relata desde los inicios libertarios de la revolución digital hasta su temible y potencial dictadura, que avanza a pasos agigantados, sin que nos demos mucha cuenta.

Dices que la economía de la atención nos roba horas de sueño, de descanso, de vida social, ¿cómo la explicarías?

La economía de la atención o el capitalismo de vigilancia gana dinero consiguiendo nuestra atención. Es un modelo de negocio que depende de que instalemos sus aplicaciones, para tener un puesto de vigilancia en nuestras vidas. Puede ser una smart tv, un móvil en el bolsillo, un altavoz inteligente, una suscripción a Netflix, a Apple.

Y quiere que las uses el mayor tiempo posible, porque así estás generando datos que los hacen ganar dinero. Mientras más generas, más valioso es su banco de datos.

¿Qué datos se generan mientras veo una serie, por ejemplo?

Netflix tiene muchos recursos para lograr que en vez de ver un capítulo a la semana, como hacíamos antes, veas toda la temporada en una maratón. Su propio sistema de vigilancia sabe cuánto tiempo pasamos viéndola, dónde la paramos para irnos al baño o hacernos la cena, cuántos episodios somos capaces de ver antes de quedarnos dormidos. Eso les ayuda a refinar su interfaz.

Si llegamos al capítulo cuatro y nos vamos a la cama, saben que es el punto de desconexión, entonces llaman a 50 genios para que lo resuelvan y en la siguiente serie nos quedemos hasta el capítulo siete.

¿Los mayores cerebros del mundo trabajan para lograr que perdamos la voluntad?

Todas las aplicaciones que existen se basan en lo que hasta ahora era el diseño más adictivo, el de las tragamonedas que hace que un sistema produzca la mayor cantidad de pequeños acontecimientos inesperados en el menor tiempo posible. En la industria del juego se llama event frequency. Cuanto más alta es la frecuencia, más rápido te enganchas, pues es un loop de dopamina.

Cada vez que hay un evento, te da una descarga de dopamina, cuantos más acontecimientos encajas en una hora, más descargas, que es lo que te genera adicción.

¿Qué pasa con los niños que llegan a tener síndrome de abstinencia cuando no están enganchados a Instagram, YouTube, Snapchat, Tik Tok?

Las redes sociales son como máquinas tragamonedas, que están cuantificadas en forma de likes, de corazones, de cuánta gente ha visto tu post y genera una adicción especial, porque es lo que dice tu comunidad, si te acepta, si te valora. Cuando esa aceptación, que es completamente ilusoria, entra en tu vida, te vuelves adicta, porque estamos condicionados para querer encajar en el grupo, nuestra vida depende de que se nos acepte y se nos valore.

Vemos familias enteras pegadas al móvil y lo que está pasando es que cada uno está gestionando su propia adicción. Todo el mundo sabe que las tragamonedas son malas, que la heroína es mala, pero con Twitter, con Slack, con Facebook, no lo saben, entre otras cosas, porque también se han convertido en herramientas de productividad.

Entonces yo, que soy periodista, cuando veo el Twitter es porque necesito estar informada. La peluquera en el Instagram estará mirando cómo se lleva el pelo, hay una excusa para todos.

La adicción es la misma, pero cada uno juega distinto y nos decimos que no es una adicción, sino que estás al día y que eso aumenta tu productividad.

¿Nos podríamos calificar como adictos tecnológicos?

No somos adictos a la tecnología, somos adictos a la descarga de dopamina que ciertas tecnologías han infiltrado en sus plataformas. Esto no es un accidente, es deliberado.

Esta toma de conciencia, de comprender cómo funciona, ¿ayuda?, ¿es el primer paso?

Pienso que sí y también darte cuenta de que tu adicción no tiene que ver con el contenido de las aplicaciones.

No eres adicto a las noticias, eres adicto al Twitter, no eres adicto a la decoración de interiores, eres adicto al Pinterest, no eres adicto a tus amigos ni a sus maravillosos hijos cuyas fotos postean, eres adicto al Instagram.

La adicción la genera la aplicación y cuando lo entiendes, empiezas a verlo de otra manera. No es falta de voluntad, están diseñadas ofrecerte loops de dopamina, que te dan una satisfacción inmediata y te arrastran de cualquier otra cosa que no te la da, como por ejemplo jugar con tu hijo, pasar un rato con tu pareja, irte al campo o terminar un trabajo, que requieren una curva, porque hay satisfacción, pero no es inmediata.

De todo lo que cuentas, manipulaciones, vigilancia, adicciones, ¿Qué es lo que más te atemoriza?

Lo que más me preocupa es la facilidad con la que se convence a la gente de que renuncie a sus derechos más fundamentales y que llegue a decir ¿a quién le importan mis datos?, ¿a quién le importa dónde he estado? cuando hace 40 años había gente muriendo por el derecho a reunirse con otros, sin que el gobierno supiera quiénes eran, por el derecho a tener conversaciones privadas en la intimidad, o el derecho de que tu empresa no sepa si en tu familia hay un enfermo de cáncer.

Nos ha costado mucha sangre conseguirlo y ahora lo estamos abandonando con una ligereza que no es natural, es implantada y alimentada por un ecosistema que se beneficia de esa ligereza.

Estamos integrados y dependemos de sistemas que no sabemos cómo funcionan ni lo que quieren de nosotros. Facebook, Google y otros, dicen querer que nuestra vida sea más fácil, que nos pongamos en contacto con nuestras personas queridas, que seamos más eficientes y trabajemos mejor, pero su objetivo no es ese, no están diseñados para eso, sino para chuparnos datos, manipularnos y vendernos cosas.

Nos explotan, y encima, estamos menos conectados, somos menos felices y menos productivos que nunca, porque somos adictos.

 

Con información de BBC

https://www.bbc.com/mundo/noticias-51268343

Imagen tomada de BBC

https://www.bbc.com/mundo/noticias-51268343


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