08 Oct 2018/ Miscelanea

El elevado coste de decir #MeToo en Oriente Próximo

Por UAM Cuajimalpa a las 03:10 pm


  • Del ninguneo a las amenazas de muerte, las que levantan la voz rara vez encuentran apoyo de la sociedad.

En un programa de televisión, una joven sudanesa espetó contra un clérigo musulmán su indignación y hartazgo hacia la violencia y el acoso que muchas árabes y musulmanas sufren en su día a día. El malestar de esta joven encaja con la indignación global de las mujeres que se han sumado al movimiento “#MeToo”. Sin embargo, existe la percepción de que, en comparación con otras partes del mundo, en oriente próximo el impacto de este movimiento ha sido menor.

“Las jóvenes árabes han hecho su propio #MeToo, del que nadie informa porque no afecta a Hollywood”, declara al diario El País Elham Manea, quien estudia el fenómeno. La profesora yemení de la Universidad de Zúrich defiende que la movilización empezó antes que en Estados Unidos, con las campañas contra el acoso sexual en vía pública y en los espacios de trabajo en Egipto y en Yemen.

En su opinión, fue fruto del “desencanto con el resultado de las revueltas árabes de 2011” y menciona el Levantamiento de las Mujeres en el Mundo Árabe, un grupo creado en octubre de ese año en Líbano.

La documentalista Rym Ghazal en un artículo sobre el pasado Ocho de Marzo, señaló: “ninguna celebridad ni destacada figura pública entre las mujeres árabes se ha unido al #MeToo”. Es algo especialmente llamativo dada la elevada incidencia del acoso sexual en la zona, donde se hallan algunos de los países con mayor desigualdad de género, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Foro Económico Mundial. Un informe de ONU publicado en 2013 concluyó que el 99.3 por ciento de las egipcias ha sufrido algún abuso.

“El acoso es rampante en la región (…) para miles de mujeres es simplemente parte de su vida diaria”, aseguraba la activista palestina Yara al Wazir al poco de que el movimiento se hiciera global. Tanto que alcanza incluso a los lugares sagrados según puso de relieve la denuncia de la paquistaní Sabica Khan que dio lugar a la etiqueta #MosqueMeToo.

La joven sudanesa que se encaró con el clérigo la semana pasada y el presentador del programa en el que participaban han recibido amenazas de muerte. La activista egipcia Amal Fathy acaba de ser condenada a dos años de cárcel y 500 euros de multa por “difundir noticias falsas” debido a un vídeo que colgó en su Facebook denunciando que había sido acosada en su sucursal bancaria y en el que acusaba al Gobierno de no atajar el problema. Es lo habitual en sociedades que, por ideología o por religión, siempre culpan a la mujer. Eso hace que sólo hablar de los abusos convierta a las víctimas en objeto de vilipendio.

Pese a esto, numerosas mujeres han vencido el miedo para dejar constancia de sus experiencias bajo versiones del #MeToo en árabe, persa o cualquier otra lengua de esta región a caballo entre África y Asia. Da igual que el sistema político sea religioso o formalmente laico, república o monarquía, dictadura descarada o con disfraz de aspirante a democracia, se trata de países donde la educación sexual no es parte del currículo, tienen una legislación muy estricta sobre el sexo fuera del matrimonio y carecen de leyes contra el acoso sexual o, si las tienen, no se aplican. A menudo, también imponen a las mujeres cómo deben vestirse so pretexto de protegerlas.

“Hay un creciente malestar en países como Irak, Yemen, Jordania, Arabia Saudí y, por supuesto, Egipto, debido a una mezcla de discurso religioso reaccionario y normas y mentalidad misóginas. Las mujeres jóvenes se dan cuenta de que falta respeto: una sociedad que les respete como individuos independientes y libres en las decisiones que tomen”, concluye Manea.

Su activismo ya está dejando claro que los hombres son responsables si se comportan mal con las mujeres. Su reto ahora es conseguir que las sociedades en las que viven se conciencien de ello.

Con información de El País

https://elpais.com/sociedad/2018/10/04/actualidad/1538660009_571961.html

 

Con imagen de El País

https://elpais.com/sociedad/2018/10/04/actualidad/1538660009_571961.html

 


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