02 Dec 2020/ Miscelanea

De "brujas" a sanadoras, las parteras que atendieron a miles de mujeres en pandemia

Por UAM Cuajimalpa a las 02:12 pm


Por Ángeles Mariscal 

Raquel se sujeta con vehemencia del pecho de su madre. Mama suavemente mientras observa curiosa con el rabillo del ojo. Nació el 5 de junio, cuando en el estado de Chiapas los contagios de covid-19 se encontraban en su punto más alto. A su madre, maestra del municipio de San Andrés Larráinzar, el parto la sorprendió durante la pandemia.

Ella tenía cita para el nacimiento de su hija en el Hospital de Las Culturas, de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas; decidió no acudir, por miedo a contagiarse de covid. Venció sus prejuicios y llamó a una partera para que la asistiera.

Raquel fue una de los 2 mil 868 infantes nacidos con partera en el municipio de San Andrés Larráinzar, durante los primeros seis meses de la pandemia; una cifra siete veces mayor que el promedio de partos asistidos en esa localidad, por estas mujeres de manos firmes y sabias. Su trabajo se multiplicó.

La pandemia ha traído mucho dolor para la humanidad, pero también ha sido un punto de inflexión y reconocimiento de prácticas y formas de vida desdeñadas por la cultura eurocentrista, que desdibuja el conocimiento de los pueblos originarios.

Las parteras se colocaron en estos meses, como ejes de vidas y sanadoras en medio de la tragedia. Ahora, señala Lucía Silva Martínez, una de las fundadoras de la organización Camati-Mujeres Construyendo desde Abajo, “podemos decir: aquí está el trabajo de las parteras, y es momento de que salga a la luz todo lo que hicieron durante la pandemia”.

¿En qué momento se fue perdiendo el proceso del parto como un evento natural, asistido por integrantes de la familia o por mujeres de las comunidades? Lucía Silva considera que el origen del desdén hacia las parteras en América, viene desde la colonización, cuando se socavaron los derechos culturales de los pueblos originarios, su medicina y sus saberes.

“Fue entonces que empezamos a dudar de nosotras mismas, empezamos a perder ese poder de nosotras como mujeres. Con el tiempo, las mujeres empezaron a ya no querer ir con la partera, sino al hospital o al centro de salud”, aún en las comunidades rurales e indígenas, que en Chiapas componen el 30 por ciento de la población.

Lucía es hija de partera, nació en el municipio de La Trinitaria, ubicado en la zona fronteriza entre Chiapas y Guatemala. Ella recuerda el dolor de las mujeres durante los partos, y el dolor de las parteras ante la discriminación.

“Me dolía ver cómo (médicos y personal del sector salud) trataban a la parteras, entre ellas mi madre; como las encaraban y humillaban. Me tocó ir con mi mamá a dejar a pacientes al hospital, a mi mamá la insultaron, le gritaron; y desde ahí dije: nunca más vamos a permitir que esto siga sucediendo. Porque nosotras hacemos mucho más trabajo que el médico. El médico no quiere llegar a la comunidad, por el simple hecho de ser comunidad”.

Desde los 13 años se hizo promotora de salud, más tarde intentó estudiar Medicina en la universidad, pero reviró el camino porque sentía la necesidad de reivindicar la figura de la partera.

Desde entonces ha trabajado en las montañas de Guerrero y en las comunidades de Chiapas. En su camino conoció a Ofelia Pérez, originaria de Chenalhó y hablante de tsotsil; a María de la Luz, también indígena de la Ranchería San Rafael, ubicada en Comitán; y a Olga Barrera, de San Miguel de Allende, Guanajuato.

Ellas tienen en común el haber encontrado su don -como le llaman a su vocación, habilidades y conocimiento- siendo adolescentes. Un don que se les manifestó en sueños, en los que se veían a sí mismas pariendo, o ayudando a parir a otras mujeres; sueños donde aprendían a sentir a los bebés aún no nacidos, y a acomodarlos para el momento del alumbramiento. “Antes de que me capacitaran, yo ya era partera”, cuenta María de la Luz.

La vida las hizo conocerse, y coincidir. Ellas conciben a la partería como parte del reconocimiento integral hacia el cuerpo de la mujer y su autonomía sobre él, en el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, en la reivindicación del conocimiento de la medicina tradicional y los saberes de las abuelas.

Ahora forman parte de un colectivo de más de 600 mujeres del Movimiento de Parteras de Chiapas Nich Ixim, y juntas hicieron frente a la pandemia, durante los meses más difíciles.

Para bajar la incidencia de muertes maternas, en Chiapas las políticas de salud públicas ordenaron que todos los partos se consideren de alto riesgo, y sean atendidos en hospitales y clínicas de segundo nivel; negando la posibilidad de atención en centros de salud y clínicas rurales.

Esa medida no terminó con las muertes maternas, porque, de acuerdo con lo que han documentado las parteras, la mayoría de las muertes maternas se da como consecuencia de rupturas uterinas que se atribuyen al uso de oxitócicos sintéticos, a hemorragias por el uso excesivo de medicamentos; y a infecciones nosocomiales. Es decir, son derivadas de la atención y los mecanismos de atención en hospitales, públicos y privados,  explica Lucia.

Con la pandemia la falta de atención se agudizó. Muchos centros de salud cerraron, no hubo control prenatal, no llegaron las caravanas de salud a las comunidades, los hospitales no funcionaron de manera normal porque se dedicaron a atender pacientes con covid, un número importante del personal médico dejó de trabajar, por ser personas con problemas de salud.

El resultado fue que hasta la semana 42 de este año, 73 mujeres murieron de muerte materna, colocándose Chiapas en segundo lugar de casos, según los datos de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud. Contrario a estas cifras, “a las parteras no se nos ha muerto ninguna mujer que atendimos”, aún cuando la pandemia les puso un reto, explica Ofelia.

La pandemia trajo consigo el temor en un número importante de mujeres embarazadas para acudir al hospital, lugares que consideran focos de contagio de covid-19.

Fue entonces cuando un número cada vez mayor de mujeres de las comunidades y de las ciudades acudieron a ellas. Los ejemplos no faltan, en Tenejapa -municipio colindante con la ciudad de San Cristóbal de Las Casas-, una sola partera, en los primeros seis meses de la pandemia, atendió más de 200 partos, cuando la media es de 6 a 10 al mes. 

“Entre varias organizaciones -explicó Lucia- recolectamos insumos y los mandamos a las parteras de las comunidades. Nos pusimos a hacer cubrebocas. Las instituciones de salud en ningún momento apoyaron a las parteras, tuvimos que atender con nuestros propios medios. Las parteras ancianas dejaron de atender por el riesgo al contagio del coronavirus, las más jóvenes suplimos su trabajo”.

La pandemia les puso un reto, y lo superaron. Las mujeres parteras esperan ahora el reconocimiento de la importancia de su labor, no por un afán de vanidad, sino para tener mejores condiciones de trabajo y terminar con la discriminación.

“Tenemos argumentos fuertes, sostenibles, del trabajo que hicimos en la pandemia. Es momento de hacer un reconocimiento claro, el trabajo es de admirarse y reconocerse; porque nadie como ellas, como nosotras, hicimos el trabajo que se necesitaba”.

Muchas personas que antes no hubieran recurrido a las parteras -explican- ahora lo están haciendo. Están reconociendo la importancia de la medicina tradicional, de la partería, y de sus pueblos originarios; de los usos y costumbres que otras veces han sido desdibujados.

¿Cómo relacionarse con el sector de salud público? “Nosotras somos el primer contacto con las mujeres embarazadas, así que buscamos una mejor relación entre pares, entre médico y partera. El trabajo del médico es muy importante, así como el de la partera. Aquí lo que debiera fomentarse es el trabajo conjunto porque ambas partes buscamos el bien común. Si trabajamos así, el médico no se satura; si hay partos sin complicaciones, la partera los puede atender”.

“Podemos decir: aquí está el trabajo de la partera, y es momento de que salga a la luz todo el trabajo que hemos hecho durante la pandemia. Seguimos buscando el reconocimiento y respeto, la dignificación de nuestro trabajo”.

 

Con información de pie de página

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Imagen tomada de pie de página

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